Agradable lectura de la menor de las Brontë que ofrece exactamente lo que promete. Si bien su pluma carece tanto de la elegancia de Charlotte como de la pasión de Emily, Agnes Grey supone una propuesta más sencilla y humilde, cuya trama, personajes y ritmo evocan a las novelas de Austen.
La premisa del relato se centra en una joven que decide comenzar a trabajar como institutriz para ayudar económicamente a su familia. Desde su posición en este puesto analiza la naturaleza humana y reflexiona sobre los actos de aquellos que la rodean. Ella, de carácter bondadoso y observador, a menudo sufrirá con el restringido papel que le ha tocado desempeñar y la escasa influencia de la que dispone para cambiar las cosas.
Con tintes autobiográficos, palpable dosis de religiosidad y un estilo directo, la historia avanza sin prisa pero sin entretenerse tampoco con innecesarios añadidos hasta desembocar en un final tan predecible como esperado. Destaca la valentía de la autora a la hora de criticar convenciones sociales de la época y aportar su propia opinión sobre temas tan controvertidos como la frustración de un docente o la infelicidad de un matrimonio sin amor.
Una gran opción para adentrarse en la novela victoriana; en ella encontraremos la realidad de la vida de una mujer del estatus social de Agnes Grey (o las propias Brontë) en el siglo XIX, personajes creíbles, una historia entrañable y una escritura que fluye fácilmente y llega al lector sin necesidad de pretenciosas florituras.